Inevitablemente el viento gélido se cuela entre mis brazos en su último intento por escapar de mí, rechazando mi pertenencia, rechazando ser parte de mi tibio aliento. Esta vez no sobrevolará mi rostro, no, esta vez no secará mis lagrimas con su envolvente dulzura.
¿Cuántas vidas tendré que desperdiciar para poder vivir?, ¿Cuántas veces deberé renacer para dejar de morir?, ¿Cuántas veces tendré que decir “los siento, así es como soy.”?.
Inevitablemente las horas se vuelven carceleras, los minutos cancerberos y los segundos pequeñas agujas que atraviesan mi convicción, envenenándola de dudas, “el tiempo es relativo.”, fuera del área científica puedo decir que el tiempo si es relativo, el tiempo puede ser una gran oportunidad o una terrible condena, si tan solo pudiera asesinar al tiempo… si tan solo pudiera ir mas rápido que el… si pudiera lograr que me ignore.
Abrazarme a la muerte, decirle cuanto me atrae, mirarla a los ojos mientras observa mis penas, ser parte de los que han danzado con ella, entregarme al frenesí que produce su aroma, sentarme junto a ella mientras llena mi alma de paz, acurrucarme junto a ella con un nudo en la garganta mientras me susurra al oído con su voz dulce pero firme “ahora ya puedes estar en paz, ya todo a terminado”.
