En mi visita fugaz a la tierra del sol eterno descubrí mi no
pertenencia absoluta, si bien se apoderó de mí la emoción perplejamente alegórica con que me
saludaban en las calles ofreciéndome más que su amistad, la emoción de recorrer
las calles y desiertos de mi adolescencia me hacia reconfirmar mi sentimiento
de no pertenencia a un lugar en especial, ahora mas bien me siento un ciudadano de la circunstancia, representado por una
bandera tornasol que se adapta al lugar en que habito en el momento, me agrada
la idea de migrar de ciudad en ciudad luego de unos cuantos pasos del sol, pero
lo que no me agradó fue la idea de tener que volver a vivir a un lugar del que
ya partí, lo siento un retroceso, una vuelta atrás sin mas, volver a recorrer
calles que ya conozco de memoria y las que no conozco aún así se llegar a ellas…
estando allá sentí la necesidad de partir en la fecha acordada por mi y mi
libertad, pero ahora como un golpe directo en la frente llega a mi el recuerdo
de que no soy completamente libre, mi sentimiento paternal aún me encadena y me
obliga cada cierto tiempo a engañar a la brújula y tomar el camino en el que mi
sangre se dirige, no es una obligación pero si es una decisión difícil, ellos
aún no dirigen sus rumbos por cuenta propia y mientras no puedan hacerlo yo
seguiré su camino como si de una caravana se tratase.
Es por eso que deberé tomar todo lo que me encantó, todas las gotas de lluvia que colgaron de mis pestañas, todas las hojas que bailaron con el viento otoñal, todo aquello que me enamoró y guardarlos en una cajita en un lugar fresco y seco, cual estante de seguridad con la leyenda “Rompa el vidrio en caso de melancolía”, de una forma u otra el Norte me secuestra y esta vez no puedo negarme, así que meteré mis mil historia en una mochila la echaré a mi espalda y partiré rumbo al Sol, de espaldas a la Luna.
Es por eso que deberé tomar todo lo que me encantó, todas las gotas de lluvia que colgaron de mis pestañas, todas las hojas que bailaron con el viento otoñal, todo aquello que me enamoró y guardarlos en una cajita en un lugar fresco y seco, cual estante de seguridad con la leyenda “Rompa el vidrio en caso de melancolía”, de una forma u otra el Norte me secuestra y esta vez no puedo negarme, así que meteré mis mil historia en una mochila la echaré a mi espalda y partiré rumbo al Sol, de espaldas a la Luna.
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